Paquito

 

Cubierto de jiras

al ábrego hirsutas

al par que las mechas

crecidas y rubias,

el pobre chiquillo

se postra en la tumba,

y en voz de sollozos

revienta y murmura:

“Mamá, soy Paquito;

no haré travesuras”.

 

Y un cielo impasible

despliega su curva.

 

“¡Qué bien que me acuerdo!

La tarde de lluvia;

las velas grandotas

que olían a curas;

y tú en aquel catre

tan tiesa, tan muda,  

tan fría, tan seria,

y así tan rechula!

Mamá, soy Paquito;

no haré travesuras”.

 

Y un cielo impasible

despliega su curva.

 

“Buscando comida,

revuelvo basura.

Si pido limosna,

la gente me insulta,

me agarra la oreja,

me dice granuja,

y escapo con miedo

de que haya denuncia.

Mamá, soy Paquito;

no haré travesuras”.

 

Y un cielo impasible

despliega su curva.

 

“Los otros muchachos

se ríen, se burlan,

se meten conmigo,

y a poco me acusan

de pleito al gendarme

que viene a la bulla;

y todo, porque ando

con tiras y sucias.

Mamá, soy Paquito;

no haré travesuras”.

 

Y un cielo impasible

despliega su curva.

 

“Me acuesto en rincones

solito y a obscuras.

De noche, ya sabes,

los ruidos me asustan.

Los perros divisan

espantos y aúllan.

Las ratas me muerden,

las piedras me punzan...

Mamá, soy Paquito;

no haré travesuras”.

 

Y un cielo impasible

despliega su curva.

 

“Papá no me quiere.

Está donde juzga

y riñe a los hombres

que tienen la culpa.

Si voy a buscarlo,

él bota la pluma,

se pone muy bravo,

me ofrece una tunda.

Mamá, soy Paquito;

no haré travesuras”.

 

Y un cielo impasible

despliega su curva.

 

Salvador Díaz Mirón

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