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Tania Diez Peñaloza

tania@t10arquitectura.com

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Opera House de Sidney

* La dramática historia alrededor de su construcción

 

La Opera de Sydney es reconocida a nivel mundial. Basta mencionarla para evocar las imágenes de sus cubiertas, que nos remiten a las velas de los barcos que cruzan por el mar. Ese alcance internacional empezó con el escándalo que generó en la época en que fue construida, tarea que tomó 14 años. Esta es su historia:

Todo comenzó en 1954, cuando el entonces director de la Sinfónica de Sydney, Sir Eugene Goosens, convenció al gobierno australiano de la necesidad de una casa permanente para su orquesta. Con una gran convicción de que esto podría ser una plataforma para enaltecer a Australia a nivel mundial, el gobierno Laborista lanzó las bases para un concurso internacional a principios de 1956. El primer error: eran unas bases bastante imprecisas y las lagunas que presentaban en el programa arquitectónico nunca se corrigieron.

Uno de los miembros más renombrados del jurado de selección era el conocido arquitecto finlandés Eero Saarinen, quien llegó tarde al proceso de selección, cuando ya los otros jueces habían revisado y seleccionado 10 de los 223 trabajos presentados. Saarinen echó un vistazo a los trabajos desechados, y uno de los proyectos lo impactó con tal fuerza que convenció al resto del jurado de que así debía de ser la Opera de Sydney.

Un joven arquitecto danés, Jørn Utzon, era el autor de dicho proyecto, que con sólo algunos croquis de funcionamiento y perspectivas logró impactar al jurado y al resto del mundo, desde que se hizo público el proyecto.

 Se contrató a una empresa especializada en estimaciones para que analizara en cuánto saldría construir los proyectos de los tres finalistas y ahí estuvo el golpe final: se anunció el proyecto de Utzon como el más barato, con una estimación de siete y medio millones de dólares. Se le presentó finalmente como el ganador y su llegada a Sydney vino a reforzar la euforia y el interés que la gente mostraba por el proyecto y todo lo relacionado con él: no sólo su propuesta era impactante, sino que Jørn resultó ser un carismático arquitecto que con su aspecto de estrella de cine se ganó a todos desde el primer momento.

La primera desilusión vino cuando se descubrió que el sitio elegido, un punto privilegiado dentro de la Bahía de Sydney, no era tierra firme, sino un relleno de cascajo. Eso iba a encarecer la obra en varios millones; pero los verdaderos problemas comenzaron con el desarrollo del proyecto y los planos constructivos.

Pronto se supo que ni siquiera el mismo Utzon tenía idea de cómo se iban a construir sus llamativas estructuras.

En 1958, para resolver esa parte estructural integraron al proyecto a Ove Arup, líder de la compañía de ingeniería más prestigiada en ese momento (y en la actualidad).

El segundo gran error fue que el Partido Laborista, queriendo utilizar el interés de la gente en el proyecto como plataforma política, decidió empezar con los trabajos de obra en 1959, a pesar de la negativa rotunda de Utzon y Arup, quienes aún no resolvían cómo se iban a construir las cubiertas.

El cálculo de estas cubiertas se estaba volviendo una misión imposible, en gran parte debido a que se trataba de formas muy libres, sin una geometría definida que hiciera posibles los cálculos matemáticos. Utzon insistía en que se tenían que ver casi idénticas a los croquis de su idea original y en que fueran hechas como cascarones de concreto, para darles esa plasticidad y suavidad de formas que buscaba. Después de horas de análisis junto a su equipo de expertos en la materia, Arup le planteó a Utzon que la única propuesta viable era darle forma a las cubiertas con una estructura interior de vigas de acero y recubrirlas después con placas de concreto por ambas caras, idea que fue rechazada por considerarla una “deshonestidad estructural”.

En 1961, y con un paquete de más de mil planos realizados, se aceptó finalmente que se resolvieran con vigas interiores curvas de concreto armado recubiertas de páneles de ferrocemento por su cara exterior. Al ser todas las cubiertas de geometría distinta, se llegó al cálculo de 2,500 secciones de viga distintas. Cuando se calculó el peso final, hubo que demoler una buena parte de los cimientos que ya estaban hechos porque se descubrió que no iban a aguantar.

A principios de 1962, Utzon planteó una solución que permitiría que todas  las piezas fueran parte de un mismo desarrollo geométrico: todas las cubiertas eran una sección de una esfera de un mismo radio.

La solución era brillante, ya que permitía la producción en masa de las piezas porque todo salía del mismo molde, pero hubo que volver a calcular y a dibujar toda la estructura y, peor aún, se tuvieron que volver a dinamitar parte de los cimientos.

Al despacho de Ove Arup le tomó 7 años de trabajo, traducido en 375,000 horas hombre y 2,000 horas de computadora, entregar el proyecto terminado de estas cubiertas.

La arquitecta y crítica francesa Françoise Fromonot, en su libro “Jørn Utzon, architetto della Sydney Opera House” distingue tres etapas en la construcción de la ópera: el podio o base (del 2 de marzo del 59 al 1 de febrero del 63), los cascarones (de febrero del 63 al 17 de enero del 67) y los interiores (de 1967 al 73).

En 1965, el Partido Laborista es derrotado por el partido de la oposición,  que aprovecha muy bien el enojo social que había con el asunto de la Opera (para ese entonces los gastos ya iban en 37 millones de dólares, y ni siquiera había un paquete de planos terminados que les permitiera hacer una estimación final).

Este cambio de gobierno derivó en un cambio de equipo al frente de la Dirección de Obras, que, a diferencia de la paciencia y confianza que el equipo anterior le había brindado a Utzon, se dedicó a presionar y amenazar el arquitecto (postura también muy entendible después de los 8 años que ya llevaba el proceso), al grado de detenerle los pagos hasta que entregara el proyecto final completo.

A principios de 1966 y cuando ya los gastos en la obra alcanzaban los 50 millones, Utzon renunció. Se propuso a otro equipo de 3 arquitectos australianos para sustituirlo, y fueron ellos los que terminaron la construcción en 1973.

En ese lapso hubo varios traspiés: el lugar tenía serios problemas de acústica (se escuchaban las sirenas de los barcos del exterior) y los espacios no eran suficientes para el aforo que se tenía planeado.

Se tuvo que replantear el programa arquitectónico y adecuarlo a los espacios que las cubiertas ya construidas permitían, hasta que, finalmente, el 28 de septiembre de 1973 el recinto abrió sus puertas al público, que lo acogió calurosamente y lo adoptó como símbolo representativo de su país desde el primer instante.

En el 2002, después de una larga serie de reconocimientos y premios a Utzon por esta obra, el acto de la reconciliación total se da cuando el comité de la Opera House le pide redactar los “Principios de diseño”, que son los que regirán cualquier obra de conservación o mantenimiento que se realice en el futuro.

La inversión total en el proyecto alcanzó los 100 millones de dólares, pero, a cambio de eso, la ciudad de Sydney figuró y tuvo un rostro reconocible a nivel internacional, este ícono le brindó una identidad.

Los errores de los arquitectos más comunes y condenables: elevar el presupuesto y tardar más tiempo del prometido en la construcción, alcanzaron en este caso proporciones descomunales.

Los australianos vieron elevarse el presupuesto más de un 1000% y la espera se prolongó más de 12 años, pero a cambio de eso Utzon les entregó uno de los edificios más emblemáticos de la arquitectura del siglo XX. ¿Valió la pena?

Para los idealistas, una simple mirada al edificio les dará una respuesta afirmativa, para los pragmáticos, una simple revisión de los ingresos millonarios que ha generado, también.

En 2007, fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

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