Personajes

Alfonso Diez

alfonso@codigodiez.mx

La mujer que se convirtió en árbol

Irina dejó de ir a caminar al andador paralelo al río donde iba todos los días y el árbol al que se abrazaba cotidianamente se murió (Ver El Árbol que murió de amor).

Ella decía que se cargaba de energía con el árbol, pero lo cierto es que tras un par de meses de su ausencia, éste se cayó. Como si la energía fuera intercambiada.

No se puede creer en eso, no hay ningún fundamento para afirmar que tal transferencia sea real, pero quienes la practican dicen que se sienten mejor cada vez que rodean con sus brazos por algunos minutos el tronco del árbol que han escogido por las razones que sea.

Irina desapareció, no la volvimos a ver. La conocíamos desde hace años, pero cuando supe cómo se llamaba me acordé de una bailarina y cantante, creo que también colombiana, o venezolana, que se llamaba Irina Areu. Trabajaba en el Marrakesh, un centro nocturno que estaba en la llamada Zona Rosa de la Ciudad de México, en la calle de Florencia. Era muy bella e hizo alguna temporada al lado de Los Imperio, un dueto de bailarines. Juan Imperio fue secretario general de la Asociación Nacional de Actores.

Poco tiempo después, nos pareció de lo más curioso, por decirlo de alguna manera, llegar a nuestra caminata y encontrar al árbol en el piso. Los trabajadores a cargo de la limpieza lo hicieron a un lado para que no estorbara y se lo han ido llevando a pedazos. Era muy alto.

Pero lo que sucedió después y ahora relato parece sacado de algún cuento de hadas.

A los lados del río hay, sobre la parte superior, dos andadores con piso de tezontle, para corredores, y en la parte de abajo, alineados de manera paralela a estos hay otro andador de cada lado que tiene como piso mosaicos de material poroso, colocados como piezas de rompecabezas, uno al lado de otro

Finalmente, a los lados de los andadores y a todo lo largo del río corren paralelas a estos las casas de quienes más facilidad tienen para incorporarse a la caminata.

El andador se llama Paseo Morelos y frente a una plazoleta ubicada casi al centro del mismo, subiendo unas amplias escalinatas, está la estatua de Morelos, a la que ya le robaron la espada y la placa que contiene el Acta de los Sentimientos de la Nación, copia de la que Morelos dictó, dicen unos que a Andrés Quintana Roo, otros que la elaboró el secretario de Morelos, Juan Nepomuceno Rosains; el caso es que fue leída por este último durante el Primer Congreso de Anáhuac, el 14 de septiembre de 1813, en Chilpancingo. Aquí se muestra la pequeña estatua en dorado que se hizo como muestra de lo que sería tal estatua, en negro.

Todos los días vemos pasar a una viejecita que camina ligeramente encorvada, se llama Elsa. Intercambiamos saludos con ella. Fue profesora universitaria y ahora está pensionada, es una mujer bien informada. Pocas veces hemos cruzado algunas palabras, pero cuando lo hemos hecho ha sido de manera agradable. Fue extraño que se nos acercara para avisarnos que había visto a Irina.

"La vi antier por la tarde", nos dijo; "miraba a su árbol tendido en el piso y parecía triste, como si lo extrañara. Le iba a preguntar que por qué había dejado de venir, pero ya no le dije nada. Ya no salí ese día y ayer por la tarde me pareció que había un árbol que no había visto, o por lo menos, si ya lo había visto, era diferente. De lejos lo vi como más ancho. Como está metido entre los otros árboles, no es fácil darse cuenta de lo que les digo. Me acerqué para verlo mejor, le di la vuelta y me llevé una gran sorpresa. Parecía como si ahí, en el mismo lugar en que estaba ella parada, hubiera aparecido un árbol en su lugar. No sé si era otro, que se volvió más ancho, cambió, o se trata de uno nuevo, aunque eso suene absurdo. O simplemente no lo había visto bien".

¿Dónde está? le preguntamos.

"Vengan conmigo, por favor".

Efectivamente, unos metros adentro encontramos el árbol. Tiene una apariencia increíble. Como si una mujer hubiera sido encantada y se hubiera quedado ahí, paralizada, convertida en vegetal, con una corteza de árbol cubriéndola en lugar de piel.

No lo podíamos creer. Me refiero a mis amigos, Agustín y Juan Mario y a mi.

Le tomamos fotos

Cada quien dio su punto de vista.

¿Cómo no lo habíamos visto?

No se trata de un árbol esculpido, la corteza que lo cubre está intacta, como si toda su vida hubiera estado así.

Tampoco se trata de un árbol trasplantado, la tierra a su alrededor se ve firme, plana, maciza, vieja.

A unos metros de donde ahora está este árbol se encontraba la escultura del poeta León Felipe que un día trasladaron a una placita localizada por Libra y Osa mayor. Felipe Camino Galicia de la Rosa era su verdadero nombre. Nació en Tábara, Zamora, España, el 11 de abril de 1884 y murió en la Ciudad de México el 18 de septiembre de 1968, unos días antes de la matanza de Tlatelolco. Dejó España tras la Guerra Civil, en 1938, por lo que su vida en el exilio mexicano duró 30 años. Fue traductor de Walt Whitman y dejó trabajos tan bellos como El poeta prometeico, ¿Qué se hizo del rey don Juan? y Rocinante.

Pero volvamos a Elsa. Nos despedimos de ella y seguimos con nuestra rutina de la caminata habitual. Más adelante, el encuentro con otros amigos terminó de tajo con el tema.

Ninguno expresó abiertamente que tal vez Irina había quedado convertida en árbol, sumida en una enorme tristeza al encontrar tirado al que había abandonado, pero seguramente la idea cruzó seriamente por la cabeza de todos, aunque alguien lo haya dicho solamente como broma. Todavía, cuando escribo estas líneas, busco explicaciones. Lo más probable es que tal árbol haya estado así desde siempre, pero no nos habíamos dado cuenta debido a que está ubicado en un lugar escondido, cubierto por los otros.

¿O no?

Ver todos