De política y cosas peores

Catón

afacaton@yahoo.com.mx

Tristezas

Mi amigo sufre en silencio. Calladamente sufre. Yo lo miro y veo en él la imagen de la desolación. Mi amigo tiene un hijo que debe andar por los 35 años. Vive en la casa de sus padres. Dice que es estudiante, pero desde hace mucho tiempo no pisa un salón de clases. Justifica su existencia asistiendo a toda suerte de marchas, plantones, algaradas y manifestaciones. Tiene en su cuarto pósters de gran tamaño de Villa, Zapata y -por supuesto- el Che. Tiene también, enmarcada, una fotografía de periódico donde aparecen dos o tres centenares de muchachos en un mitin en la Estela de la Luz. Con plumón rojo hizo un círculo para señalar su rostro, apenas visible entre la multitud. Sobre el círculo puso esta palabra: "Yo". Dice que es un rebelde, un revolucionario, y asegura que Enrique Peña Nieto no es el presidente de México. Llega tarde a dormir, y se levanta tarde. Habla de los males de la sociedad, pero no se prepara ni hace nada para remediarlos. Desayuna, come y cena a costa de sus padres -los dos trabajan para mantener la casa y para mantenerlo a él-, pero denuncia con acritud a los parásitos de la nación. Ahora estoy con mi amigo en el café donde nos reunimos de vez en cuando para saber de nuestras vidas. Él me ha contado todo eso y luego se ha sumido en un hosco silencio. Me pregunta de pronto: "¿Recuerdas la película Cuando los hijos se van?" "Sí, la recuerdo". "¿Verdad que es una película muy triste?" "Tristísima. Para llorar". "Bueno -masculla mi amigo con rencorosa voz-. Pues es más triste cuando los hijos no se van". Mi amigo sufre en silencio. Y yo no puedo hacer otra cosa más que acompañarlo en su sentimiento...

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