Cronista de Tlapacoyan

Alfonso Diez

alfonso@codigodiez.mx

La iglesia, revelaciones

Decía en mi anterior crónica que por lo que a Rosa Luz Alegría se refiere y al tema que le interesó tanto como para querer ir conmigo y con José Luis Cuevas a Tlapacoyan, tendría que dejarlo para narrarlo en la siguiente Crónica de Tlapacoyan. El espacio se agotaba. Les pedí que imaginaran estar parados frente al Palacio Municipal, en la esquina de Cuauhtémoc y Héroes (antes Alatorre), en el parque, y que caminaríamos dando la vuelta alrededor de éste para llegar a la contra esquina, dentro del mismo parque, frente a la confluencia de las calles de Hidalgo y San Francisco, donde se encuentra la iglesia principal.

Alrededor de este parque, o Plaza de Armas, hay muchas historias que irán tomando su lugar en este espacio. Las iglesias, por otra parte, encierran siempre misterios y secretos, y no solamente de confesión. Es el caso de la que nos ocupa.

Ninguno de los dos, ni José Luis ni Rosa Luz, son católicos, sin embargo les interesó mucho lo que se refiere a la iglesia mencionada antes y a otros temas que se derivan de éste. Cuevas mismo tiene en la pared principal de su estudio, sobre su cama, una cruz enorme con un Cristo. Cuando en alguna ocasión comenté el hecho con él, estuvimos de acuerdo en que el arte está por encima de las creencias religiosas. Rosa Luz debe pensar igual.

La parroquia referida lleva el nombre de La Asunción de María Santísima, cuyo santo patrono es, evidentemente, Santa María de la Asunción y se le festeja el 15 de agosto. Pertenece a la Diócesis de Papantla; sin embargo, el santo patrono de la población es el apóstol Santiago el Mayor, cuya festividad se celebra el 25 de julio. ¿Por qué la iglesia principal de Tlapacoyan, ubicada frente a la Plaza de Armas, o parque central, venera un santo patrono diferente al de la población? Esto se debe a que la iglesia, aunque comenzó a construirse en 1683 con material permanente que podríamos definir genéricamente como mampostería, fue erigida por los primeros misioneros como templo a mediados del siglo XVI, aunque de madera, con teja en el techo y pisos de tierra y estaba consagrada a Santa María de la Asunción, santo patrón de Yohualtlacualoyan (uno de los pueblos que al fundirse dieron origen a Tlapacoyan), después Santa María Yohualtlacualoyan.

En mi libro, "La vida secreta de Guadalupe Victoria", refiero un detalle curioso, el apóstol Santiago, santo patrono de la población, está representado con su figura a caballo en la pequeña capilla interior situada al fondo y a la izquierda de la iglesia de la Asunción, y hay otra representación del mismo en la iglesia de San Joaquín del Jobo, enclavada en la hacienda que lleva este último nombre y ubicada a cinco kilómetros de la población a un lado de la carretera que va a Martínez de la Torre y lo curioso es que Santiago es la figura central colocada en el retablo de esta iglesia, mientras que San Joaquín ocupa un lugar lateral; hay una errata en este libro, las fechas en que se festeja a San Joaquín (26 de julio) y a Santiago el Mayor (25 del mismo mes) están intercambiadas.

Las imágenes y figuras colocadas en el interior de la iglesia de la Asunción son las que están ubicadas de la siguiente manera: entrando al templo, de izquierda a derecha, la Virgen del Carmen, la Virgen del Perpetuo Socorro; Jesús, el Divino Preso; Santiago el mayor, ya mencionado; en la pared del fondo, a los lados del retablo que tiene como figura central a la Virgen de la Asunción, del lado izquierdo San Francisco y del derecho San Martín de Porres; del lado derecho del templo: el Santo Sepulcro, la Divina Providencia, La Virgen Dolorosa, la Inmaculada Concepción de María, San Judas Tadeo y la Virgen de Guadalupe.

El 28º virrey de la Nueva España, Tomás Antonio de la Cerda y Aragón, Conde de Paredes y Marqués de la Laguna de Camero Viejo, concedió en 1683 a Tlapacoyan que no pagara ningún tributo durante el siguiente año para que con ese dinero pudiera construir su iglesia; en esa época se pagaban 324 pesos de oro común como renta para la Real Corona y Encomienda de Atzalan. La construcción se llevó por lo menos lo que faltaba para terminar el siglo XVII y todo el siglo XVIII, aunque posteriormente se le hicieron algunos añadidos. Tlapacoyan tenía entonces 615 habitantes.

Al fondo de la iglesia, del lado derecho, en el piso, dando vuelta hacia las oficinas administrativas, hay una lápida que señala el lugar en el que está sepultado un sacerdote que fue muy querido por la población, el padre Elías Núñez Fuentes, quien se ordenó como sacerdote en Teziutlán y llegó a Tlapacoyan en 1956. Nació en Unión de Tula, un pequeño pueblo de Jalisco localizado a 85 kilómetros al suroeste de Cocula, cerca del Parque San Ignacio. Murió el 7 de diciembre de 1989, a los 65 años de edad. El suyo es el único sepulcro en el templo. En torno al padre Elías y a otro sacerdote de la época, el padre Ramos, hay historias increíbles que tendrán su lugar en estas crónicas.

Como asenté líneas antes, la iglesia pertenece a la Diócesis de Papantla, la cual está dividida en cinco regiones pastorales. La de Tlapacoyan forma parte de la nominada como Nuestra Señora del Carmen, en la que también están incluidas las parroquias de Teziutlán, San José Acateno y Hueytamalco.

Llama la atención que la diócesis mencionada nombre a sus regiones pastorales como foranías, y es la única que lo hace en la Arquidiócesis de Xalapa, a la cual pertenece. La otras diócesis agrupan sus iglesias como regiones pastorales, o como decanatos, o simplemente enlistan sus templos en una sola agrupación. Son siete las diócesis que conforman la Arquidiócesis de Xalapa: Coatzacoalcos, Córdoba, Orizaba, Papantla, San Andrés, Tuxpan y Veracruz. En Francia le llaman foranías (de foráneas) a las regiones pastorales conducidas por sacerdotes extranjeros.

El caso es que junto a la Parroquia de la Asunción había una casita en lo que ahora es el atrio que da a las escalinatas que "bajan" a la calle Hidalgo. La morada deshabitada, o aquella que recordamos por alguna fotografía, pero que ya no existe, nos plantea la duda, consciente o no: ¿Quiénes habitaron tras esas paredes? El cronista que describe poblaciones, lugares, calles, casas habitación, se ve afectado por ese aspecto sensible. No puede simple y fríamente hablar de determinada construcción sin intentar reconstruir la historia de sus habitantes.

Del lado izquierdo, al fondo, se aprecia la casita que estaba junto a la Parroquia de la Asunción

En la casita mencionada vivía Doña Virgen con su familia, la familia Diez Cano. Su vida se desarrollaba entre su hogar y su hacienda, El Jobo. El lugar que tenía para vivir era inmejorable: en el parque central, junto a la iglesia, frente al palacio municipal; el mercado le quedaba a una cuadra de distancia.

Ahí nacieron los hijos mayores de "La Chata", Matilde Arámburo Diez, y de Carlos Lanzagorta Mendoza, comenzando con Esther Lanzagorta Arámburo. La Chata y Virginita se querían mucho, se frecuentaban y la primera no quería a nadie más ayudándola en el parto que no fuera la segunda. La Chata vivía tres cuadras "hacia abajo", sobre Hidalgo, en la acera del lado sureste, casi llegando a la calle Zaragoza y junto al Colegio Patria.

La casita junto a la iglesia ya no existe, cuando se fue Virginita a su casa de la calle Ferrer, a finales de los años 1930s, la tiraron y en el espacio vacío quedó el atrio de la iglesia. Por cierto, en el primer párrafo de esta crónica se menciona la esquina del parque ubicada entre las calles de Cuauhtémoc y Héroes y resulta que en la contra esquina estaba ubicada la casa de Wolstano Vernet Cano; al fondo de esta casa había un túnel que conducía a la de doña Virgen. Curioso túnel. Desde los 1940s y hasta finales de los 50s, había en su interior mucha actividad, se utilizaba al principio para transportar café de la casa de Virginita a la de don Wolstano. El terreno de la casa de la calle Ferrer (estaba marcada con el número 11, luego 20 ó 25, y ahora 203) tenía una superficie de 1,500 metros cuadrados. Alberga en la actualidad al Museo Tlapacoyense. En esta casa, curiosamente, se celebró la feria de la población en alguna ocasión, la semana del 25 de julio, al finalizar la década de los 1940s o comenzar la de los 1950s. Todo el patio central de la misma se llenó de puestos, como si se tratara de una kermés. Hubo comida, música, baile y un lugar para expender bebidas que estuvo a cargo de Francisco Cabañas Serrayonga; la corrida de toros se realizó en el campo deportivo ubicado a dos cuadras de distancia sobre la misma calle de Ferrer y la plaza estaba construida con carrizos. En la hacienda El Jobo, los festejos a San Joaquín, el 26 de julio, duraban 15 días; había jaripeos, bailes y corridas de toros también.

Doña Virgen atravesaba el túnel cotidianamente para irle a leer a su primo, Wolstano, cuando ya se encontraba enfermo. A mi me tocó acompañarla varias veces para visitar a “Doña Mater” (Maternidad), hermana de la esposa de “Don Wolstano”, Modesta González, quienes eran de San José Acateno, igual que Lourdes González Oliver, la actual propietaria de la construcción, que convirtió en el Hotel Oliver.

Hay muchas historias interesantes, misteriosas en torno a los que vivieron alrededor del parque. Una de ellas es la de esa dama que vivió a unos metros de la multimencionada casita junto a la iglesia, sobre la calle Hidalgo; era la mujer del telegrafista, que un día descubrió algo que la dejó consternada, lo mismo que a aquellos que se enteraron del suceso.

Tal es el tema de la siguiente Crónica de Tlapacoyan.

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