Alfonso Diez

Cronista de Tlapacoyan

alfonso@codigodiez.mx

La senda histórica de Durango a Tlapacoyan

Antes de que se construyera la carretera que va de Tlapacoyan a Martínez de la Torre, y de ahí a la costa, la salida para ir a Martínez era por El Rastrillo. La actual, por donde está el lugar conocido como "Los Mangos" estaba cerrada; un basurero impedía el paso de salida hacia el noreste. La calle que se llamó Alatorre y ahora Héroes de Tlapacoyan terminaba en este punto.

Me contaba Luis Diez Cano, mi tío Luis, que en la época en que se salía por El Rastrillo él tomaba su caballo para ir a la hacienda El Jobo. Se iba a las cinco de la mañana y en una ocasión, bajo la penumbra de la madrugada, alcanzó a ver una figura fantasmal vestida de blanco que lo llamaba; él cerró los ojos y se volteó para el otro lado, apresuró el paso de su corcel y cruzó corriendo junto a ese fantasma que seguramente no quería nada bueno para él. Iba temblando de miedo y así llegó al Jobo. Por la noche, de regreso, le sucedió lo mismo. Al otro día y durante varias madrugadas se repitió el suceso, pero él ya sólo buscaba de reojo a la figura blanca, para saber si todavía lo estaba esperando y apretaba los talones con fuerza y repetidamente para que su potro cruzara como alma perseguida por el diablo.

Un par de semanas después le tocó pasar por algunas provisiones antes de salir para El Jobo y salió como a las diez de la mañana. Presentía que el fantasma no estaría, porque en esa época se sabía que los espectros se aparecían sólo de noche; sin embargo, casi para llegar al temido lugar, alcanzó a ver desde lejos la figura blanca que hacía señas llamando a quien cruzara frente a ella; detuvo el paso y se fue acercando poco a poco, con la idea de regresarse "volado" si veía algún peligro.

Pero qué sorpresa se llevó al llegar, tan grande fue que se detuvo por instantes que después le parecieron interminables. Con la luz del día descubrió que el fantasma no era tal, sino una sábana blanca sobre el tronco seco de un árbol de tres o cuatro metros de altura que con el viento se movía de tal manera que una de sus esquinas semejaba un brazo con ropa blanca llamando al que se atreviera a cruzar a su lado.

Mi tío Luis nació en 1926 y me contaba que cuando le sucedió lo que ahora relato tenía alrededor de catorce años de edad. Debe haber sido por allá de finales de la década de los 1930s, o principio de la de los 1940s.

Como ésta, me han contado muchas historias de la época. Fui testigo de otras. La creencia en fantasmas que se aparecen para "llevarse a alguien", o para "hacerle algún daño", era propiciada, evidentemente, por la falta de luz y de buenos caminos.

En los cuarentas fue cuando, durante el sexenio presidencial de Manuel Ávila Camacho, se construyó la carretera que en la actualidad nos lleva de Teziutlán a Tlapacoyan, Martínez de la Torre, San Rafael y Nautla, para luego seguir por la costa, en lo que ahora llamamos Costa Esmeralda, y llegar a Gutiérrez Zamora; y  de ahí hacia el norte.

Hasta finales de los años sesentas la única carretera para salir de Tlapacoyan hacia la Ciudad de México, hacia Puebla, Zaragoza, o Perote, era la que pasa por Teziutlán. La que nos lleva a Atzalan nació a principios de los setentas. Comenzaba 1970 cuando subía a mi vehículo para ir al Distrito Federal y tomé por primera vez esta carretera; los puentes no estaban terminados, así que había que conducir con mucho cuidado y tomar las brechas que esquivaban la obra sin terminar.

Retomaremos el tema de la carretera de Atzalan, en la época actual, pero permítanme narrar el debido contexto.

El pasado 20 de marzo estuve en Perote invitado por el director de Turismo de la ciudad, Érik Álvarez, así como por el gobierno del Estado de Durango, a través de su representación en la Ciudad de México por dos motivos: 1.- Asistir al homenaje que se haría a Guadalupe Victoria, el primer presidente de México, al cumplirse 170 años de su fallecimiento. y 2.- Presentar mi libro, "La vida secreta de Guadalupe Victoria".

Victoria murió el 21 de marzo de 1843, pero debido a compromisos ya hechos que debían cumplir tanto el gobernador de Veracruz como el de Durango, ambos eventos se llevarían al cabo el 20, un día antes de que se cumpliera el aniversario mencionado.

Por cierto, no resisto la tentación de comentar algo que me dijeron acerca de un alto personaje de la vida pública -en realidad se le puede adjudicar a cualquiera-, que dijo que México ya había tenido una mujer presidente y que se había llamado Guadalupe Victoria (perdón por el chiste).

Así que en la mañana del miércoles 20 de marzo estuve en la Fortaleza de San Carlos para participar en el homenaje. Había 150 ó 200 elementos del ejército y muchas personalidades tanto de Veracruz como de Durango en el evento, así como familiares y amigos.

Me senté entre el público que presenciaba lo que diversos oradores tendrían que decir desde la mesa del presidium. Junto a mi estaba Justo Fernández Ávila, que me hacía comentarios sobre mi libro y me dijo que había dos o tres detalles que me quería señalar. Ya ante el micrófono, Juan Manuel Velázquez Yunes, presidente de Perote, pidió un aplauso para mi en estos términos: Está con nosotros Alfonso Diez, autor del magnífico libro acerca de la vida secreta de Guadalupe Victoria, que presentará hoy por la tarde aquí, en esta fortaleza; es el cronista de Tlapacoyan, recién nombrado, ayer; démosle un aplauso y pase aquí al presidium a ocupar su lugar.

Fue una elegante deferencia para mi y para Tlapacoyan que ahora le agradezco públicamente, como ya lo hice en privado. Antes, nos preguntó cómo habíamos encontrado el hotel; Ulises le dijo que las habitaciones eran pequeñas y de inmediato dio la orden para que nos cambiaran al Del Valle, que tiene unas suites muy amplias.

Con los miembros del presidium ya estaba mi amigo, Armando Victoria Santamaría, autor de otro libro acerca de Guadalupe Victoria, "El Águila Negra". Ocupé mi lugar y Armando se acomodó junto a mi.

Más tarde, Érik nos ofreció una comida en su rancho, por Las Minas, y después nos regresamos todos a la Fortaleza de San Carlos, donde ya estaba preparado un salón para que presentara mi libro. El lugar se llenó. Para conducir el evento estábamos en la mesa respectiva el presidente de Perote; el de Tamazula, Durango -donde nació Guadalupe Victoria-; el doctor Ulises Adame de León, representante del gobernador de Durango; Armando Victoria y, desde luego, el autor del libro y de estas líneas. Aprovecho para expresar mi agradecimiento a los cuatro por las palabras elogiosas que dirigieron hacia mi obra sobre Victoria y hacia mi persona.

Por la noche, Juan Manuel Velázquez Yunes nos ofreció una cena y yo le entregué mi libro dedicado a él, quien me contó una anécdota acerca de las dedicatorias: Cuando era estudiante, fue con su papá a la universidad a ver a uno de sus maestros, quien le regaló un libro; Juan Manuel le pidió que se lo dedicara y éste no lo quiso hacer, le dijo que lo haría cuando supiera que lo había terminado de leer. Salieron del lugar y Juan Manuel tiró el libro a la basura. Y me dijo: Alfonso, no tienes idea de cómo valoro que me hayas dedicado este libro, va a ocupar un lugar muy especial junto a mi cabecera. Llamó entonces a uno de sus ayudantes y le dijo: Mira, toma el libro que compré, del señor Diez, te lo regalo; yo ya tengo uno que él me dedicó. Ahí "partimos el turrón" y nació la amistad con un hombre que en verdad considero valioso. A los dos días pidió licencia y se lanzó a buscar la candidatura para la diputación local, que ganó.

Por lo que a Ulises, el representante del gobernador de Durango, se refiere, desde la Ciudad de México habíamos hecho planes para que fuera conmigo al Jobo y a Tlapacoyan. Resulta que el gobernador de Durango, Jorge Herrera Caldera, giró la invitación para presentar mi libro en el Castillo de Chapultepec, el pasado 16 de febrero de 2013. Ese día dejaba su cargo la doctora Patricia Herrera y ocupaba el mismo Ulises Adame de León, así que los tuve a ambos para presentar el libro en lo que para el doctor Adame fue su primer acto con ese cargo.

Durante la presentación en el Castillo de Chapultepec: Ulises Adame, Armando Victoria, Patricia Herrera y Alfonso Diez

Precisamente el día que se cumplían 170 años de la muerte de Guadalupe Victoria, salimos muy temprano del hotel en Perote hacia Tlapacoyan, en tres vehículos, las siguientes personas: Ulises Adame de León, Cesáreo Roldán, síndico único de Perote -a quien agradezco su amistad y que me haya acompañado a la ceremonia de mi nombramiento como Cronista del Municipio de Tlapacoyan, el 19 de marzo anterior (dos días antes)-; Emilia Hernández, de la Dirección de Turismo y quien estuvo junto a mi todo el tiempo, hasta el final (lo que le agradezco profundamente); Armando Victoria Santamaría, Arturo Victoria León, Leonardo Rodríguez Alcaine, Diana Bellini y Francisco Villa -nieto del general.

Tomamos la carretera a Tlapacoyan que viene de Atzalan. Hablé antes con el chofer del automóvil de Ulises y le pregunté si conocía el camino; me dijo que sí, pero le advertí que eran trescientas curvas en 30 kilómetros, que tuviera cuidado y que procurara no rebasar inmediatamente después de que yo lo hiciera, porque no le iba a dar tiempo. Pero no lo hizo así y en uno de mis rebases "se pegó" a mi camioneta y por poco choca de frente con otro auto; a partir de ese momento disminuyó la marcha, seguramente reprendido por Ulises.

En la hacienda El Jobo: El Síndico Único de Perote, doctor Cesáreo Roldán, quien abraza a alguien no identificado; una dama no identificada, Armando Victoria Santamaría; el doctor Ulises Adame de León, representante del gobernador de Durango; Mercedes Macip Parra, Arturo Victoria León, Alfonso Diez; Emilia Hernández, de la Dirección de Turismo de Perote; Pepe Lanzagorta; Francisco Villa, nieto del general; Diana Bellini, Leonardo Rodríguez Alcaine y Arturo Guzmán Coli, Secretario del Ayuntamiento de Tlapacoyan.

Llegamos al Jobo y nos recibió Meche Macip con un abundante desayuno clásico de Tlapacoyan, consistente en huevos en salsa verde, chilahuates, tamales de mole, cafecito humeante y tortillas. Nos sentamos a platicar en el pasillo ubicado en el ala noreste de la hacienda. Llegaron al lugar, invitados por mi, Pepe Lanzagorta y Arturo Guzmán Coli, secretario del ayuntamiento, en representación de la presidente municipal, Nayeli Jarillo y con un saludo de ella para el representante del gobernador de Durango. Velázquez Yunes me habló por teléfono para disculparse por no habernos podido acompañar.

Platicamos mucho acerca de la historia de la región y concretamente de Guadalupe Victoria. Ulises estaba feliz. Fue tal su sentimiento que podría afirmar que tenía los ojos brillosos. Nos dijo que él siempre había tenido el deseo de estar en la hacienda veracruzana que fue de Victoria y que ahora, al estar ahí, comprendía porque había elegido este lugar: La panorámica que se observa desde aquí, créanmelo, nos dijo, es igual a la del lugar en que nació Victoria. Yo pienso que aquí él recordaba los paisajes que veía cuando era niño. De salida, Meche nos regaló un itacate de chilahuates. Nos fuimos a Tlapacoyan con la intención, anunciada por mi, de probar unas nieves del hijo de don Erasto, pero no estaba en su lugar habitual. Dejamos Tlapacoyan con diferentes rumbos. Ulises se adelantó por la urgencia que tenía de llegar a la Ciudad de México a cumplir con algunos compromisos hechos con antelación. Sacrificn por estar en El Jobo.fos compromisos hechos con antelaciadelant, pero no estaba en su lugar habitualicado en el ala noreste deó su tiempo hasta el último instante, en su afán por estar en El Jobo. Cesáreo tomó el camino de Atzalan para llegar a Perote, y los Victoria y el que esto escribe, en mi camioneta, tomamos la carretera de Teziutlán.

Claro que no fue un adiós, sino hasta luego. He visto a Ulises posteriormente en diferentes ocasiones, en una de ellas junto al gobernador de Durango, quien me ha manifestado su deseo, acrecentado por los comentarios que le hizo Ulises, de estar en Tlapacoyan y en El Jobo, la tierra en que vivió y murió su amado caudillo. En realidad, Victoria salió muy enfermo de Tlapacoyan -lo llevaban en camilla-, pasó por Teziutlán y llegó a Perote, a la Fortaleza de San Carlos, con la esperanza de recibir mejor atención médica. Ocho días después de haber llegado envió una carta a su esposa, María Antonia Bretón y Blázquez de Velasco, el 15 de febrero de 1843, para que lo alcanzara en este lugar, con la esperanza de vivir unidos en la vida privada, según tantas veces mutuamente te ha manifestado este tu afectísimo y apasionado esposo que tanto te ama y verte desea. Ella llegó, pero a los pocos días murió Guadalupe Victoria, el 21 de marzo de 1843.

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