Alfonso Diez García

Cronista de Tlapacoyan

alfonso@codigodiez.mx

La labor del cronista

No gasto mi pólvora en infiernitos
* Cuando en mis crónicas señalo errores, no lo hago para atacar a nadie

Durante la entrevista en la radio, descrita en el cuerpo principal de la crónica del 25 de agosto de 2014, se habló acerca de diversas crónicas. Una de las que las que se "desmenuzaron" fue la que sigue:

RH — Don Alfonso, veo en su última crónica, del pasado 18 de agosto, que cumplió usted un año como Cronista Vitalicio del Municipio de Tlapacoyan y diez y siete meses como cronista. ¿Cómo ha resultado ser su labor?

AD — Magnífica, porque me ha dado la oportunidad de comunicarme con mi pueblo y a lo largo de todo este tiempo publicar investigaciones que tenía yo guardadas, o que han surgido a base de testimonios, o de acontecimientos importantes para la población.

RH — ¿Y qué respuesta ha tenido?

AD — De lo mejor. He escrito acerca de muchos temas y algunos podríamos calificarlos de candentes. Cuando ha sido éste el caso, se me han acercado muchos lectores de toda la región a felicitarme, a manifestarme su apoyo; en Código Diez, donde también se publican las crónicas, tengo más de treinta mil lectores y las cartas que me llegan son muchas, a veces no me alcanza el tiempo para contestarlas de inmediato.

RH — ¿Cuál es el perfil de quiénes lo leen, o de manera más concreta, lo leen, por ejemplo en la Presidencia de la República?

AD — Sí Raúl, gracias por preguntar, tengo la suerte de que me lean en la presidencia y en otras instancias de gobierno, como los gobiernos de los estados de Veracruz y de Durango, entre otros. Respecto al perfil de quienes me leen, son aquellos interesados por la cultura, por la historia, por la información, los que quieren saber más acerca de determinados temas y saberlo con otro enfoque. Les interesa reflexionar conmigo, por decirlo de alguna manera. A todos ellos les estoy muy agradecido.

RH — Hemos visto en esta última crónica que, además de dar un informe de sus actividades, se refiere usted a los tropiezos que tuvieron dos cronistas. ¿Usted, en lo personal, ha tenido tropiezos como cronista?

AD — Sobre el informe, no se pudo enlistar todo lo realizado por falta de espacio; por ejemplo, no mencioné la reunión en Xico, a la que fui invitado por la Asociación Internacional de Ciudades Hermanas. Ahí, por cierto, también me reuní con el secretario de Turismo del estado, Harry Grappa. Y sí, he tenido algunos tropiezos.

RH — ¿Podría decirme cuáles son?

AD — No personalizo. No tengo enemigos. Tengo muchos proyectos que no han sido "aterrizados" y a esto podría llamársele tropiezos, pero busco maneras para que todos los proyectos se concreten. He publicado ya una lista de los mismos, además de una serie de omisiones y errores que espero se corrijan, pero esto no ha significado que yo ataque a nadie. Nadie tiene porqué ponerse el saco y si alguien puede solucionar los problemas, basta que los solucione y asunto arreglado. La peor manera de analizar una de mis publicaciones en las que señalo errores, omisiones o falta de aprobación de proyectos sería verlas como un ataque. Sería tanto como si una persona a la que le han robado algo lo hace saber y luego lo acusan por haberlo hecho e intentan denostar a la víctima. Escribo simplemente la verdad.

RH — ¿Le gusta su trabajo como cronista?

AD — Sí, mucho y estoy comprometido a seguir adelante. Soy cronista vitalicio y en consecuencia no puedo ni debo renunciar. Contra viento y marea seguiré escribiendo en base a mis investigaciones, mis reflexiones y sin recibir consignas.

RH — ¿Su ámbito se circunscribe a Tlapacoyan?

AD — No, de ninguna manera, la cultura y la historia son universales. Procuro siempre que las crónicas traten sobre Tlapacoyan o borden alrededor de sucesos que puedan afectar a mi pueblo o a alguno de sus pobladores, pero también respondo a las inquietudes de quienes leen estas crónicas y me piden que escriba acerca de determinado tema, como ya ha sucedido con algunos maestros, estudiantes y otros lectores. La misma ley me obliga a responder a quienes me preguntan.

RH — Me decía usted que no tiene enemigos, ¿pero le molesta la forma en que trabaja alguien en particular?

AD — Para nada, Raúl, no gasto mi pólvora en infiernitos. Cada quien debe de hacer su trabajo de la mejor manera posible y, si no cumple, el mismo pueblo se lo reclamará. A la postre siempre sucede así.

RH — ¿Usted, que ha sido, o es, amigo de presidentes de la república, de secretarios de Estado, de personajes del más alto nivel, no se siente acorralado en la actualidad?

AD — Para nada. En primer lugar, conservo a mis amigos. Yo creo que a la amistad hay que rendirle tributo, hay que regarla todos los días para que siga floreciendo, para que no se seque. Y, además, la realidad es que estoy en la etapa final de mi vida. No sé cuántos años me queden de vida pero ya camino contra reloj. Quisiera llegar al final de mis días dando a mi pueblo, a este querido pueblo en el que está enterrado mi papá, mi abuelita, mis queridos tíos, todo lo que mi memoria aún conserva para estas Crónicas de Tlapacoyan. Se lo debo a ellos y a Tlapacoyan.

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