Alfonso Diez García

Cronista de Tlapacoyan

alfonso@codigodiez.mx

El caso de Toño Diez

  Un secuestro que permanece impune

* Un año y ocho meses después de haber sido secuestrado, Toño no aparece

 

El miércoles 3 de octubre de 2012, cuando Toño Diez salió de su casa en Tlapacoyan, a las ocho y media de la mañana, no imaginó que su vida iba a caer en un acontecimiento inesperado y que ya no regresaría.

Salió acompañado por uno de sus empleados que ese día comenzaba a trabajar para él, Jorge Guzmán, con la intención de llegar al puerto de Veracruz para cumplir con una cita en la plaza comercial Las Brisas, que se encuentra ubicada en la entrada del puerto. Era prestamista, su actividad más lucrativa y una de las poblaciones donde más clientes tenía era esta ciudad.

El crimen organizado le cobraba una cuota mensual para dejarlo trabajar y en esta ocasión le habían advertido que le iban a subir la cuota, que hasta ese momento era de cinco mil pesos mensuales. La de ese mes ya había sido liquidada por Andrés Hernández Hernández, uno de los empleados de Toño asignados al puerto para "trabajar los préstamos". Lo acompañaba Benito Marín, ex trabajador de Toño.

Así que quedó en verse con el enviado del grupo delictivo en Las Brisas para "arreglarse" respecto a la cantidad que ahora le querían cobrar. Toño llegó a la plaza en una camioneta Pointer pickup blanca que llevaba cargada de plátano y se metió al estacionamiento subterráneo para que nadie se diera cuenta del vehículo en que llegaba. Dejó la camioneta en el subterráneo y a Jorge Guzmán, que era el empleado que lo acompañaba, al cuidado de la misma. Cuando subió para concretar su cita, se encontró conque ahí estaban los otros prestamistas del puerto, entre ellos Pedro Ramírez, de Tlapacoyan, reunidos todos afuera de una tienda de ropa conocida como JR. Toño llamó por teléfono a Andrés y a Juan, sus empleados, para que lo encontraran ahí. El que cobraba las cuotas se lo exigió para tomarles fotos de tal manera que pudieran ser identificados cuando estuvieran trabajando y permitirles que lo hicieran.

En un momento dado, el "cobrador", hizo una llamada telefónica en la que se alcanzó a escuchar que decía: "Yo no quiero problemas"; poco tiempo después llegaron unos sujetos en una camioneta XTrail color blanco y le dijeron a Toño: "Súbete, porque la reunión va a ser en otro lado". Andrés y Juan intentaron subirse para acompañar a su patrón, pero no los dejaron, los aventaron y les dijeron "ustedes no". Inmediatamente, sin embargo, llegaron otros individuos a bordo de un Chevy plateado al que subieron a Andrés y a Juan. Les vendaron los ojos y cuando llegaron al lugar en que los encerrarían, encontraron a Toño sentado en una cubeta, vendado de los ojos y amarrado. En ese instante, se percataron de que estaban siendo secuestrados.

Ese mismo día, a las seis y media de la tarde, Antonio se comunicó por teléfono a Tlapacoyan con su esposa, para comunicarle que se encontraba secuestrado y que sus captores le exigían tres millones de pesos para dejarlo ir con vida. La llamada fue hecha desde un teléfono del puerto y en el curso de la misma le pidió que hablara con sus amigos y con sus hermanas (de ella) para pedirles el apoyo económico que requería para juntar la cantidad que le había sido solicitada. Le pidió también que les dijera a todos aquellos que creyera que los podían ayudar que lo hacía "por la vida de sus hijos".

Ella acudió a todos los que pensó que les podrían ayudar y se encontró con los verdaderos amigos, que sí lo hicieron y con otros que le prometieron, pero no la ayudaron. Comenzó entonces un sufrimiento para ella que a la fecha persiste. El jueves 4 de octubre acudieron los enviados de la esposa, amigos y familiares (cinco en total) a entregar el dinero solicitado por los secuestradores. Iban en dos vehículos. La cita era en la Central Camionera de Veracruz a las ocho y media de la noche. Un individuo recogió el dinero en la puerta de la central y se fue a toda prisa. Pero no acabó todo entonces. Los secuestradores pidieron más dinero y se les entregaron otros dos millones para completar un total de cinco; además, exigieron los documentos de propiedad de la camioneta Pointer blanca en la que había llegado Toño y los de otra camioneta que también pidieron como parte del rescate: una modelo Tacoma, que también se les entregó.

Aquí llama la atención un incidente curioso. La Tacoma estaba equipada con una cámara de infrarrojos muy cara, que es muy difícil de conseguir en México y que le había montado Toño. Sólo unos cuantos estaban enterados de la existencia de tal cámara. Los secuestradores, sin embargo, sabían del dispositivo y volvieron a llamar a Tlapacoyan para que también les fuera entregado. El viernes 5 se les entregó la Tacoma y más tarde la cámara. Junto con lo anterior, se entregó a los secuestradores una caja con las pastillas que Toño tomaba para bajar la presión arterial, con la súplica de que dejaran que las tomara.

El viernes 5 de octubre, entre dos y tres de la tarde, fueron liberados los dos empleados que habían sido secuestrados junto con Toño. Los soltaron abajo de un puente de TAMSA, cerca de unas casas GEO, ubicado como a 10 ó 15 minutos de distancia del lugar en que los tenían encerrados.

Recordemos que la Pointer se había quedado en el estacionamiento subterráneo de la plaza Las Brisas y resulta que uno de los empleados de Toño que no fue secuestrado, José Alberto Aquino, al que le decían "El Tlaconete" recogió la camioneta. Este último, por cierto, era primo de Jorge Guzmán, otro de los empleados mencionados antes y que el mismo día fue regresado a Tlapacoyan por su patrón. Toño tenía un departamento en Veracruz en el que regularmente se hospedaban él y sus empleados, pero sobre todo estos últimos, para llevar al cabo sus actividades en la ciudad. El caso es que unos días después de que el rescate había sido pagado, alguien avisó a la familia de Toño que la Pointer estaba estacionada en el lugar que correspondía al departamento mencionado antes, así que la familia decidió romper el pacto de silencio al que se había comprometido y llamó a la Marina, para denunciar los hechos. Al entrar a la vivienda, se encontraron con los tres empleados, los dos liberados, Andrés y Juan, y "El Tlaconete", así que los aprehendieron y los entregaron al Agente del Ministerio Público.

Años antes, José Antonio Diez Alarcón había sido candidato a la presidencia municipal de Tlapacoyan y perdió, El siguiente período presidencial de tres años lo encabezó Nayeli Jarillo, postulada por el PRI y a la que Toño apoyó en su momento. En 2013 comenzaría la lucha por la postulación de candidatos en todos los partidos y posteriormente la lucha por la presidencia por los que hubieran sido escogidos. Toño era presidente de la Fundación Colosio y había metido el acelerador a fondo para lograr que su partido lo nominara, así que un día antes del secuestro, el 2 de octubre de 2012, se reunió en Xalapa con Jorge Callejas, secretario particular de Erick Lagos, presidente estatal de su partido, el PRI, quien le dio la voz de ¡Adelante! Muy animado, ese mismo 2 de octubre Toño llamó a su esposa para avisarle que contarían con el apoyo necesario para lograr la candidatura. Antes de esto se había reunido con el delegado regional del PRI en Martínez de la Torre, Gaudencio Morales, con quien estuvo hablando desde temprano hasta las 3 de la tarde acerca de la postulación. Sus contendientes en la búsqueda de la misma serían Salomé Caro Galindo, Gustavo Tronco Quevedo y Pedro Arámburo Salas. Pedro se salió de la contienda y al morir Toño quedaron solamente Gustavo y Salomé. Esta última ganó la candidatura del PRI, contendió contra los nominados por los otros partidos y perdió contra Víctor Apolinar Barrios, actual presidente de Tlapacoyan.

Antonio Diez llevaba 20 años trabajando como prestamista en el puerto de Veracruz y nunca había tenido problemas, por eso, entre las autoridades de los diversos niveles, estatal y federal, que este cronista entrevistó como parte de la investigación que culmina en esta crónica, se maneja como posible escenario el del móvil político. Hay, en los expedientes ministeriales correspondientes, de los cuales el autor de estas líneas tiene copia, señalamientos que se están investigando, pero a la fecha no se han girado órdenes de aprehensión. Los tres empleados de José Antonio Diez que resultaron sospechosos fueron liberados tras un año en prisión y entre sus declaraciones también hubo señalamientos directos.

¿Quién, o quiénes ordenaron el secuestro de Toño Diez? ¿Por qué liberaron solamente a los empleados y no al que pagó el rescate exigido? ¿Vive Toño? ¿Murió durante el cautiverio? De ser este último el caso, tendría que haberse realizado un vil asesinato ordenado por los mismos que ordenaron su secuestro, porque la salud del secuestrado solamente requería de pastillas para la presión alta que, de no administrarse, originan la muerte del enfermo cuando la enfermedad se encuentra en un punto delicado, que no era el caso de Toño.

Los pequeños hijos de Toño todavía esperan a su papá. Su esposa confía en que pueda estar vivo, tal vez en un estado mental que no le permite saber quién es en realidad, pero confía en que puede aparecer. La opinión de este cronista, sin embargo, dicho sea con la mayor objetividad para que las autoridades respectivas busquen al menos el cuerpo sin vida, es que murió y fue sepultado en algún sitio que tal vez no será localizado porque, si como parece, no fue un secuestro del crimen organizado, la idea era matarlo desde un principio y sus restos no aparecerán en las fosas que utilizan los grupos delictivos en Veracruz. A menos que se haya tratado de un secuestro y asesinato por encargo, en cuyo caso puede haber esperanzas de encontrar el cuerpo.

Por todo lo anterior, el que esto escribe hace un llamado a sus apreciables lectores para que en caso de que alguno tuviera información sobre Toño, o sobre el caso, la que fuera, se comunique vía electrónica a la siguiente dirección: alfonso@codigodiez.mx

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