Alfonso Diez García

Cronista de Tlapacoyan

alfonso@codigodiez.mx

Asesinato por encargo 2

Segunda y última parte.

Los móviles

Había señalamientos directos, imputaciones concretas que no dejaban lugar a dudas respecto a la actividad de Arturo Izquierdo y del que fuera su socio, César Spinozo: se dedicaban al narcotráfico.

Todo parece haber comenzado en la época en que Graciela era esposa de Arturo Durazo Moreno. La construcción del Camino Real se hizo al terminar el sexenio del presidente Luis Echeverría, en los primeros meses del de López Portillo.

Arturo y Graciela Izquierdo eran buenos amigos de César Spinozo y de repente todo cambió. César pidió a otro que fuera el padrino de su hija que cumplía quince años de edad y Arturo, al que debía una fuerte cantidad de dinero se molestó.

Uno de los dos debía abandonar el territorio y ante la negativa de César lo hizo Arturo, o fingió hacerlo porque el 12 de abril anterior a los asesinatos del 25 de noviembre el grupo de pistoleros de Izquierdo sostuvo un encuentro a balazos con gente de César. Fue la gota que derramó el vaso. Arturo tenía que alejarse para asestar el golpe mortal, con calma, sin despertar sospechas.

Todos tenían antecedentes. Sergio, el hermano asesinado con César, estuvo cuatro años preso, acusado de la muerte de Seferino Reyes García el 2 de junio de 1975 en los baños de la Exposición de Martínez de la Torre y las autoridades señalaban a César como cómplice. A éste lo acusaban también de haber asesinado a Silvia Lagunes en Misantla y de haber mandado matar a Bernardo Morales Sánchez por medio de un sicario apodado “La Rabia”.

Al acecho

El sábado 24, César envió a su capataz, Abelito, a comprar medicinas a San Rafael: Cerca de las 5 de la tarde salía Abelito del Camino Real y se topó con la camioneta de los asesinos. En el interior de ésta viajaban dos hombres y dos mujeres que le preguntaron al capataz por su jefe. “No está”, les contestó, “porque los vi muy raros, las señoras iban muy pintarrajeadas y los señores, vestidos de militares, volteaban la cara cada vez que yo los veía. El que manejaba era muy gordo”.

La camioneta se dio la vuelta y Abelito se quedó dudando si regresaba a informar a su patrón —que sí estaba en el rancho— o lo hacía al regresar. Optó por esta última opción y cuando volvió, al otro día, su patrón ya había sido asesinado.

La camioneta en que iban los asesinos pertenecía, de acuerdo con las investigaciones, a una señora Ana María Caballero, que vivía en la calle de Jalapa número 35, poniente, colonia Rodríguez de Reynosa, Tamaulipas.

Un antecedente que vale la pena comentar es que dos meses antes aterrizaron tres helicópteros aparentemente militares tanto en el Camino Real como en El Relicario de donde salieron 14 supuestos soldados empuñando armas de grueso calibre. No se sabe que buscaban pero volvieron a aterrizar en Altotonga, rumbo a Perote y ahí mataron a un muchacho que echó a correr en cuanto los vio.

Pistas

El hecho de que Roque hubiera ido varias veces al Relicario sin que los asesinos le dispararan, el sábado 24, indica que no era el que buscaban y su asesinato, en consecuencia, fue debido a una desafortunada coincidencia, la de haber acompañado a su primo en ese momento.

Llama la atención que se hayan encontrado tantos indicios en el vehículo utilizado para el crimen, así como la descompostura, pero hay que recordar que seguramente los pistoleros andaban drogados —por los restos de mariguana encontrados— y en consecuencia no actuaban en sus cinco sentidos.

Curiosamente, Arturo Izquierdo fue detenido en una redada de narcotraficantes en Guadalajara, Jalisco, el mismo día del crimen y no podemos dejar de preguntarnos: ¿Se dejó aprehender para desviar sospechas?

Los asesinos llegaron de Guanajuato. Estuvieron en el Hotel Real de Minas en los mismos días en que el ex presidente Luis Echeverría Álvarez se encontraba en el hotel de enfrente, el Paseo de la Presa; de ahí se fueron a Irapuato, donde se hospedaron en el Hotel Rioja y entonces aquí queda otra pregunta en el aire: ¿Salieron de Guadalajara, donde acababan de detener a Arturo Izquierdo?

No imagino a Echeverría detrás del complot, por muy maquiavélico que sea; si alguna vez quiso asesinar a alguien, no iba a ser él quien contratara a los asesinos. Fue seguramente una coincidencia que estuviera hospedado en el hotel frente al cual estuvieron los asesinos, el mismo día que estos.

Años después del asesinato han surgido señalamientos, delaciones y descubrimientos que nos permiten deducir con elementos suficientes quienes estuvieron detrás.

Entrevisté a Guillermo Diestel Pasquel, quien fuera esposo de la cantante Manoela Torres, porque lo acusaban de realizar actividades de narcotráfico y un amigo de él me lo trajo a la revista semanal en que laboraba. Negó, desde luego, las acusaciones. Nuestro fotógrafo lo captó y publicamos su foto en la portada. Esa fue su tumba. Unos días después lo detuvo la Policía Judicial Federal y según me comentó Diestel cuando lo volví a entrevistar en el penal de Allende, en Veracruz, los agentes que lo detuvieron le dijeron que no lo conocían, pero con mi revista en la mano, y su foto a la vista, fue posible capturarlo.

Había leído tiempo atrás mi reportaje acerca del asesinato de Roque y con el tema en la plática me reveló que él sabía quiénes habían sido los ejecutores materiales. Tenía tiempo haciendo negocios con él jefe de la banda. Se trataba de Felipe Lagunes y su Sonora Matancera, que así le decían al grupo de sicarios que comandaba.

Pero hay otras revelaciones que hay que "cruzar" con ésta, para verificarla.

Publiqué en la anterior entrega que quienes se quedaron con el Rancho Camino Real de los Izquierdo Ebrard fueron: Mario Domínguez Hernández, José Ángel Gil Gamboa, Ramiro Murrieta Silva, Fernando Ramos Ramos y Nicolás Ezquerra; todos, lo mismo que el administrador del rancho, el médico veterinario Felipe Félix Sánchez, eran originarios del estado de Sinaloa. Éste me mostró las escrituras con los nombres de los mencionados, durante una entrevista que le hice en la misma propiedad. Pero resulta que luego supe que el jefe de ellos era Miguel Ángel Félix Gallardo, el famoso narcotraficante ahora preso y a punto de ser liberado, como lo fue Caro Quintero.

De aquí podemos inferir algunas cosas acerca de los cuatro asesinos materiales: "dos hombres y dos mujeres", "los vi muy raros, las señoras iban muy pintarrajeadas y los señores, vestidos de militares, volteaban la cara cada vez que yo los veía. El que manejaba era muy gordo" Me declaró Abelito, el empleado de César Spinozo. La camioneta en que viajaban era de Tamaulipas, aunque, Félix Gallardo estaba en Guadalajara, lo mismo que Arturo Izquierdo Ebrard, de donde pudieron haber salido los asesinos. Y las pregunta son: ¿Los envió Félix Gallardo? ¿Por qué, si venían de Guadalajara, Diestel Pasquel dice que eran gente de Felipe Lagunes? ¿Fueron hasta allá por la paga? ¿Por armas?

Desenlace

Recibí en la revista una llamada de una señora que me dio una información muy importante Me leía y eso la animó a llamarme. Me trasladé al manicomio que está en Cholula, Puebla, sobre una colina, junto a una iglesia, y corroboré que la información era real. Entrevisté a Hugo Izquierdo Ebrard, a quien sus hermanos habían recluido pagando a los directivos del lugar para que no lo dejaran salir. Publiqué un amplio reportaje revelando las condiciones del nosocomio y cómo tenían recluido, por una paga cuantiosa, a alguien que no parecía loco. Al otro día de la aparición de la publicación lo dejaron salir.

Me fue a ver acompañado por su mecenas, la señora que me llamó, y me ofreció convertirse en mi brazo derecho, armado, lo que por supuesto no acepté. Me dijo que le ordenara matar al que me estorbara y él lo iba a hacer. Le respondí que se había equivocado conmigo, que yo no era de ese tipo de sujetos. Pero le pregunté acerca del asesinato de Roque Spinozo Foglia y me confesó que efectivamente, sus hermanos, Graciela y Arturo, fueron los autores intelectuales.

Hugo y Arturo habían estado en Tlapacoyan unos meses antes del asesinato. Fueron a ver a mi tío, Carlos Diez Cano, ingeniero topógrafo, con la intención de contratarlo para que les hiciera los planos precisamente del Rancho Camino Real y de unas ampliaciones que pensaban hacer. Llegué a la casa y me platicó todo, pero le comenté acerca de los antecedentes de Graciela, su matrimonio con Arturo Durazo y la fama de pistoleros de los Izquierdo, así que la siguiente semana, cuando llegó el día de una nueva cita yo estaba con él, pero curiosamente esa vez sólo fue Arturo. Mi tío rechazó el trabajo y Arturo reaccionó molesto, preguntó si su dinero no valía y mi tío le dijo que tenía que terminar otros planos y no le daba tiempo de hacer los que ellos querían. Se retiró acompañado por tres sujetos en una camioneta pickup negra de modelo reciente. Por lo menos uno de ellos traía una pistola metida bajo el cinturón, escondida bajo la camisa suelta. Eran sus pistoleros.

Meses después, cuando asesinaron a Roque, alerté a mi tío y le pedí que si los volvía a ver de inmediato me avisara. Planeaban ya el traspaso del rancho a Félix, su probable proveedor, y para eso querían los planos, o lo perdieron por deudas con el mismo al huir, después del asesinato.

Arturo regresó a Emilio Carranza, acompañado por guardaespaldas, y murió años después. Con Graciela hablé por teléfono, en la Ciudad de México, casada ya con un alto funcionario de Banamex, pero negó tener participación alguna en las acciones de sus hermanos y menos en el asesinato de Roque Spinozo Foglia. Una amiga de San Rafael me dijo que la vio algunas veces en fiestas de esta ciudad, muy cercana a la escena del crimen. Hugo me buscó varias veces, para entregarme sus memorias; por curiosidad periodística le pedí que me dejara revisarlas y me llamaba tanto por teléfono que llegó a hacerse muy molesto, así que le pedí que recogiera su manuscrito con mi secretaria y nunca lo volví a ver.

La manera en que Felipe Lagunes fue asesinado nos permite deducir que quien lo sacó de su casa lo conocía; los testigos señalan a un alto jefe policiaco del puerto de Veracruz, allegado al gobernador Agustín Acosta Lagunes.

Guillermo Diestel Pasquel era trasladado a la Fortaleza de San Carlos, en Perote, para unas diligencias judiciales y en el camino desde Veracruz, como por arte de magia, se fugó, declararon los policías que lo custodiaban. Manoela Torres ha declarado que lleva buena relación con él, porque es el padre de su hija, Érika.

Félix Gallardo está en la cárcel, pero no por el crimen de los Spinozo.

Los asesinos materiales, nunca fueron detenidos.

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